El blues de Abdul Asís
Asís Mánika es uno de los personajes entrañables de Asilá (o Arsila), ese pueblo de pescadores a media hora de Tánger en la costa Atlántica de Marruecos donde vi por primera vez el rayo verde.
Vive donde nació, en una casa junto a una de
las puertas de la medina. Con su
mujer, Jadiya, y sus dos hijos, Yusef y Nihal.
Su padre era pescador. Él ha trabajado desde pequeño para el turismo, como la mayor parte del pueblo.
Su padre era pescador. Él ha trabajado desde pequeño para el turismo, como la mayor parte del pueblo.
Por las mañanas, mientras Jadiya se va a trabajar a una fábrica de telas y los niños van al colegio, Asís aguarda a que lo llamen de Luxotour, la agencia con la que habitualmente trabaja como guía turístico. Ahora se lamenta del descenso paulatino de turistas en los últimos años.
Una de sus mayores virtudes como guía es que, a diferencia de otros, después de la visita al pueblo no te arrastra a comprar a una tienda específica. Te deja que vayas a tu aire, a comprar donde quieras.
En casa de Asís lo mismo se encuentra uno a un alto cargo del gobierno marroquí que al último turista en llegar al pueblo. Vive al día, como si cada día fuera el primero. Y el único. Libre, no del todo involuntariamente, de aturullamientos materiales, como antaño también observé en los países del Este, hay gente como Asís que, en su percepción del presente vive rozando en ocasiones lo místico. El mejor elogio que he oído de él lo hace su amigo Fuad: "estar con Asís es estar delante de la verdad desnuda".
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