domingo, 9 de diciembre de 2012

"¡¡González, paciencia, nos vemos en urgencias!!"

Plaza de Neptuno, 12:00. Las "batas blancas" se manifiestan contra los recortes.

Nuevas "muestras de afecto" hacia la sanidad pública madrileña

Busco a mi doctora entre los manifestantes, porque sé que está ahí. Pertenece a esta estirpe de profesionales sanitarios de las primeras promociones de la democracia. Y me encontrado otras, y otros, con una fisionomía y ánimo comunes. Mujeres profesionales de la sanidad, más cerca de los sesenta que de los cincuenta, de mirada vivaz, sonrisa presta, delgadas, cuyas arrugas delatan su actitud luchadora por sus pacientes. Por eso sé que, aunque no la vea en la plaza de Neptuno en esta mañana de domingo, está ahí, en la "marea blanca". gritando por la sanidad. Gritando por ti y por mí.

Consulto con un par de amigos médicos su parecer por las medidas. Me confirman que hay mucho despilfarro en la sanidad pública madrileña. "Pagan mi ineficiencia", dice Roberto N., especialista de un hospital público madrileño. "Se han dedicado a construir demasiados hospitales, y "¿Qué pinta un endoescopista de guardia en el hospital de Fuenlabrada, teniendo al lado el Doce de Octubre?"Pero a continuación matiza: "Con lo que no estoy de acuerdo es con que los privaticen. Y encima se los den a sus parientes y amigos". 

Pedro L., médico de la sanidad privada madrileña, comenta que es cierto que la gestión de la sanidad pública madrileña es muy ineficiente. "Pero no está probado que la gestión privada sea más eficiente. Porque no lo es. Lo único que demuestra es que los actuales gestores son ineficientes. Pues que los cambien". 

Un tercer amigo, Fernando T., consultor, opina que muchos servicios de la sanidad pública deberían privatizarse, si no lo están ya. "Por ejemplo, el servicio de lavandería. Pero la gestión no puede privatizarse. Porque una empresa privada lo que quiere es ganar dinero. Y la sanidad siempre es deficitaria. Puede ajustarse, pero nadie va a ganar dinero gestionando la sanidad. Y así debe ser".



El joven Van Dyck observa empático a los manifestantes dirigiéndose a Colón.



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